Bruno se aburre sin amigos y con una hermana que entra en la adolescencia, por eso desafía las prohibiciones paternas y se hace amigo, con alambrada de por medio, de un niño "del otro lado".
Mi opinión: desde la portada, uno ya sabe de qué va a tratar y casi, casi, cómo va a terminar. Por eso este libro ha estado mucho tiempo alejado de mi lista de libros a leer. Una vez que me lancé a la aventura, movida por la curiosidad, me encontré con un producto de LIJ que se ha vendido al público general. Y ese curioso fenómeno me dio ánimos para ir avanzando. Creo que el final es grandioso, magnífico, y salva hasta cierto punto el innegable defecto de la novela: porque yo no me creo que, con nueve añitos, Bruno sea incapaz de darse cuenta de que su padre es el mandamás de un campo de prisioneros y de que ése es el motivo de que todos lleven un pijama de rayas. Eso sí, si el autor ha conseguido que otros muchos lectores se lo pasen por alto, pues oye, un aplauso para él.