viernes, 11 de junio de 2010

Marcovaldo, Italo Calvino

Marcovaldo es un obrero sin cualificar, su sueldo apenas le llega para mantener a su nutrida prole y si bien es un hombre sencillo y quizá un poco ingenuo, no por eso deja de se un urbanita nato. Más aún lo son sus hijos, ninguno de ellos ha visto en su niñez más que aceras y asfalto, y todo lo que sea el contacto con el campo es un descubrimiento que va más allá de lo maravilloso. En otras ocasiones los pequeños de Marcovaldo descubren que el campo ni es tan saludable ni tan relajante como dicen.En los veinte relatos del libro se suceden las estaciones del año (Las estaciones en la ciudad, es su subtítulo) mostrando paisajes urbanos, que de la mano de Marcovaldo adquieren otro aspecto, quizá no tan gris como podría hacer suponer su situación económica y familiar. Marcovaldo es al fin, un hombre confiado, quizá no tanto en que cambie la situación, pero si en que las cosas no le pueden ir peor, de modo que todo lo ve con un optimismo inconsciente e ingenuo. Todo lo que lleva a cabo termina en desastre, pero eso no le para, sigue adelante, progresa incluso (de un semisotano la familia pasa a habitar una buhardilla, no más grande, pero al menos más luminosa) y, finalizado el libro, es difícil no haberse encariñado por éste hombre y su familia.

1 comentario:

El missatger dijo...

Compruebo que te sigue encantando Italo Calvino. Una gran decisión, por supuesto.
Saludos desde Girona.