SINOPSIS
En
1926, Virginia Woolf cumplió cuarenta y cuatro años y se hallaba
escribiendo una nueva novela que, a diferencia de sus otras obras, la
arrastraba en medio de un tumulto de apremiantes arrebatos creativos. Ni
dudas, ni vacilaciones, ni nerviosos exámenes de sus propios méritos,
ni miradas de reojo a la obra de otros escritores, ni amargos
comentarios sobre la distancia que se interpone entre sus deseos y el
resultado con el que tiene que contentarse. Al Faro, su nueva
obra, es la más desnudamente autobiográfica de sus novelas, la más
centrada en sus relaciones con sus padres, con la familia y con el medio
social del que provenía, la más centrada en el análisis de sus propios
responsabilidades como creadora.
Al Faro se concibió y
redactó como analagía de la pintura que adquiere forma y cuerpo con el
paso del tiempo dentro de la propia novela; esa pintura que se ejecuta
ante los ojos del lector, quien, propiamente, no ve la pintura, sino que
la lee. Virginia Woolf consigue conjugar en esta novela todos los
elementos del recuerdo con un forma artística plenamente satisfactoria, y
logra que los ingredientes con que compone sus novelas, la vida, la
muerte, adquieran una extraordinaria riqueza de matices. Consigue, en
fin, un equilibrio difícil, comprometido, entre revelación y
conocimiento.
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