Cuando en clase de Migueluso Limón contaban chistes de gordos, la mitad de los niños se tiraba al suelo de risa. Pero la otra mitad no se reía nunca. ¡Y es que los gordos pueden comerse las penas mejor que nadie!
Mi opinión: un libro bellísimamente ilustrado con un mensaje muy tierno. Conecta perfectamente con las inquietudes infantiles.
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