Will Freeman, el protagonista de Un gran chico es un treintañero (más cerca de los 40 que de los 30) hedonista, un tanto amoral e irresponsable, que vive una cómoda existencia y transita sin mojarse por la superficie de las cosas y de la vida. Hasta que tropieza con Marcus, un chavalín bastante peculiar y con problemas gordos. La curiosa y divertida relación que se establece entre estos dos personajes, en principio incompatibles, deviene en un aprendizaje iniciático sobre cómo encontrar la manera de asirse a la vida y a las personas que les rodean y de asumir que eso supone hacerse vulnerables. En suma, de hallar las razones personales por las que uno quiere seguir en el mundo. Suena trascendente –y realmente lo es–, pero si por algo se caracteriza el estilo Hornby es por esa forma estupenda de escribir sobre las cosas más grandes sin ampulosidades, con una prosa espontánea y cargada de sentido del humor absolutamente adictiva.
Mi opinión: ha sido una de las pocas novelas que recuerdo haber leído con fascinado interés capítulo tras capítulo. Will y Marcus, el adulto niño y el niño adulto, son una pareja inolvidable en una obra que tiene una profundidad unida a la sencillez, que la engrandece.
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