Reseña de Literaturas.info
La pregunta puede ser ésta: cuando
leemos una imitación de buena literatura, ¿estamos leyendo en realidad
buena literatura? Quiero decir: esta obra del escritor sevillano,
afincado en Chile, Pablo Gonz, nos traslada, por la
magia de una escritura llena de buen gusto, a esas inmensas páginas de
los autores rusos, con las que tantos hemos disfrutado: esos renglones
medidos en verstas, pagados en kopecks, esos paisajes nevados sobre los
que se deslizan los trineos, esas pequeñas cabañas en medio del invierno
de las que se eleva un humo acogedor. Páginas junto a bloques de
mantequilla, junto a grandes filetes de arenque, botas por lustrar a la
puerta de las habitaciones… Todo eso, al menos en este reseñista,
despierta un hondo sabor literario y le trae al paladar aquellas páginas
con las que, ay, hace tanto tiempo disfrutó… ¿o sigue disfrutando al
leer las andanzas, bastante alocadas, de este curioso Lavrenti?
Sin embargo, creo estar siendo algo
injusto, porque esta brevísima novela de Gonz no es, en realidad, un
pastiche, tanto porque en ella surgen, de pronto, podría decirse que en
mitad de la estepa, elementos tan modernos como Facebook —otras
sorpresas parecidas encontrará el lector por el camino— como porque en
el fondo sigue un humor absurdo muy actual, con escenas que cambian de
perspectiva bruscamente o saltos súbitos, sin solución de continuidad,
de una situación a otra. Al tiempo de escribir esta reseña, me llega la
noticia de que se está preparando su adaptación teatral, lo cual celebro
muy de veras porque hay en este pequeño libro escenas de una gran
visualidad e igualmente diálogos de un humor tan fino que resulta de la
mayor contundencia.
La muy acertada mezcla del estilo y
los giros narrativos característicos de la manera en que se relataba
antes —y que contra un fondo ruso producen, como se ha indicado arriba,
esa muy acertada ilusión de narrativa clásica— con el desprejuicio y el
desparpajo, bastante disolvente, en que se narra hoy es lo que dan un
gran valor a esta breve novela de Lavrenti sobre un hombre que una
mañana descubre que le han robado su espejo, posiblemente su prometida, y
se lanza a diversas aventuras en busca de recuperarlo —el argumento,
desde luego, no tiene un sentido lógico, pero sí tiene una finalidad
literaria muy lograda—. Todo ello armado sobre un humor, como se ha
dicho arriba, “disolvente” en el sentido de que parece llevar implícita
una vena rebelde de disolución de la lógica y las barreras narrativas
así, no es absoluto gratuita la alusión en la presentación al Alfred
Jarry de Ubú, rey.
Un buen libro, en resumen, que creo
despertará en el lector la sensación de estar leyendo buena
literatura…al tiempo que lee buena literatura.
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