Konrad es su mejor libro, porque es el que tiene el argumento más original y una trama más coherente dentro de que hablamos de una historia orientada a los niños.
La señora Bartolotti, una madura solterona y solitaria, aficionada a ganar concursos y sorteos de revistas y con una idiosincrasia aniñada e inmadura, recibe un día un misterioso paquete. Al abrir el paquete se encuentra una lata de conservas, dentro de la cual parece haber un niño de 7 años, prefabricado y perfecto (al parecer llamado Konrad porque lo pone en una etiqueta), que supondrá quebraderos de cabeza para la extraña señora Bartolotti, muy poco acostumbrada a convivir con personas y mucho menos con niños. La idea del niño “artificial”, bondadoso por naturaleza y libre de culpas y defectos, ya había sido tratada antes por Carlo Collodi en Pinocho, y más tarde en el cine, en la controvertida película Inteligencia Artificial. Sin embargo, enfocada por Nöstlinger hacia su universo particular resulta una genialidad. La señora Bartolotti pasa de pensar que ha sido un error, y llega un momento en el que decide quedárselo, pensando que ha sido cosa de su ex-marido.
Y lo mejor de todo es que la autora no relaja su narración ni la trama tras la atractiva premisa inicial. El camino que siguen la nueva madre y el nuevo hijo es hasta cierto punto satisfactorio, y el estilo es pomposo y autocomplaciente, pero adecuado para el público infantil, y dotado de los suficientes guiños irónicos como para saber entretener también al lector adulto. Konrad es, junto a libros como El Pequeño Nicolás, una de esas joyas destinadas a niños y preadolescentes, en la medida en que este relato abre muchas puertas y propone una historia tan absurda como divertida.
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