Cuando se le
muere la abuela, la jovencísima Mikage
queda absolutamente sola en una casa demasiado grande y se refugia en la
cocina, pues sólo en ella se siente a salvo («El lugar donde mejor se duerme es
en la nevera», confiesa). Pero un día
«ocurre un milagro» : Yuichi,
«un chico simpático», llama a la puerta de
Mikage y le sugiere que vaya a vivir a su casa, con su madre Eriko. Pero esta hermosa y acogedora
mujer no es una mujer : es un hombre que pasó a ser mujer cuando la
verdadera madre de Yuichi perdió la
vida. Esta fábula, que se desarrolla entre ordenadores, electrodomésticos y
sobre todo alimentos y guisos, pero también entre sentimientos de amor, amistad
y complicidad, es en realidad una historia terrible, en que la soledad y la
aridez emocional quedan, como por «milagro», mitigados por la inmensa sabiduría
de otro mundo ancestral, afortunadamente aún latente, aún perceptible.
Mi opinión: salvo el detalle del personaje de Eriko, la verdad es que este libro me ha dejado bastante fría.
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