sábado, 8 de marzo de 2008

El último día de mi vida, Marcial Izquierdo

El tema es el que el propio título anuncia: el último día de un muchacho, Miguel, que ha decidido suicidarse arrojándose al paso de un tren mercancías que llegará a su ciudad por la tarde. Miguel afronta las rutinas del día con absoluta normalidad (asiste a sus clases en el instituto, hace un examen, queda a comer con sus compañeros, se insinúa a una chica que le gusta, se emborracha con unos amigos). Lo que vamos conociendo de él nos indica que es un adolescente sin problemas graves y feliz, mejor dicho, inconscientemente feliz. El aire cotidiano de sus actos contrasta brutalmente con su determinación de matarse, pues es el propio Miguel (o, para ser precisos, esa voz retrospectiva dentro de Miguel) quien nos cuenta en primera persona todo lo que va pasando.

No todo es lo que parece. La novela tiene muchas sorpresas y no conviene desvelarlas aquí. El último día de mi vida está escrita con una sobriedad y una emoción irresistibles y se lee con avidez. Marcial Izquierdo imparte clase de Filosofía en un instituto y, por tanto, conoce muy bien a los adolescentes y sus inquietudes. Su novela apasionará a los jóvenes porque, con absoluta naturalidad y eficacia narrativas, plantea asuntos muy importantes: no sólo la fragilidad de la vida, sino también la necesidad de que seamos conscientes y responsables de nuestros actos. En la novela de Izquierdo hay ecos de los temas eternos de la literatura: la cita con el destino (simbolizado por el tren que avanza imparable), el sentido del sacrificio y de la muerte, el poder de la amistad y la fuerza del amor.

Mi opinión: me gustó, quizá, más la reflexión filosófica que la forma de exponerlo. Pero sólo por lo primero vale la pena.

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