La historia se sitúa en la Viena y la Prusia de fines del imperio, antes de la primera guerra mundial. Hay muchos guiños a novelas clásicas, de héroes abandonados que crecen en ambientes más o menos difíciles y deben superar los problemas apoyándose en los amigos. Annika, la protagonista (de una novela en la que el protagonismo es compartido; una novela en cierta medida coral, como suele decirse) es abandonada en el interior de una pequeña iglesia y acogida por dos amables cocineras. Aunque crece contenta, sueña con que algún día, una mujer noble y hermosa se presente en la casa diciendo que es su madre y viene a corregir su error. Y de pronto, así sucede: la gran señora Edeltraut Von Tannenberg llama a su puerta...
Mi opinión: probablemente esta sea una de las primeras novelas de LIJ que leo fijándome en la estructura, en el armazón. Y lo que he comprobado es que es una historia muy bien construida, donde no hay detalles superfluos, que tiene muchos detalles que enganchan y muchos aciertos en los personajes. Por si fuera poco, es irónica y es profunda. Ambas cualidades muy valorables. Hay algo, sin embargo, que me impide declararla como favorita, aunque reúna casi la totalidad de ingredientes para ello. Algo que tiene que ver con la historia, aunque yo no necesite de finales felices a la antigua usanza. Quizá sea el detalle imperdonable de poner un título que nos hace sondear en busca de una esmeralda que sólo se menciona dos veces y que no es, precisamente, donde reside la historia. Eso sí que no: los títulos deben ser la clave del libro y no la frase más bonita o atrayente del mismo a no ser que esa frase sea, efectivamente, la pista.
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