Chandler es algo más que el creador de Marlowe. Ese hombre pudoroso y de ingenio vivaz que admirada el carácter inglés ("los ingleses tienen una especie de decencia fundamental y un sentido instintivo de los buenos modales que me resultan muy atractivos", dijo en una de sus cartas) fue también responsable de algunas de las más jugosas reflexiones sobre el género literario al que dedicó sus esfuerzos, pero también sobre cualquier literatura. Apasionado del género epistolar, llenó sus cartas de chanzas, desaires, pullas y análisis sobre todo cuanto le rodeaba, sin olvidar, de vez en cuando, apuntar su pistola de tinta hacia sí mismo.
El Chandler que asoma en sus cartas es un Chandler relajado, contento de estar hablando con un amigo incluso en sus momentos más bajos, al que le gusta discutir de lo que sea y al que no le importa examinarse con una mirada crítica. No tiene ningún pudor en exhibir su ego, como hace cuando dice: "¿Qué mayor prestigio puede alcanzar un hombre como yo que haber cogido un género literario barato, burdo y totalmente sin esperanzas, y haber sacado de él algo por lo que se despellejan los intelectuales?". Al mismo tiempo es consciente de sus limitaciones, no se engaña sobre sus propias posibilidades: "... tenía condiciones para convertirme en un poeta de segunda fila, pero eso no significa nada, porque poseo la clase de cerebro capaz de ser un buen segundón en cualquier campo, y sin mucho esfuerzo".
Sus reflexiones sobre lo que significaba ser escritor son siempre interesantes, estemos o no de acuerdo con ellas y su idea de lo que para él era el escritor perfecto, en cuanto a actitudes e intenciones, está plasmada magistralmente cuando habla de William Shakespeare. Si Shakespeare viviera hoy, decía Chandler, estaría trabajando para el cine, escribiendo y dirigiendo películas. Y no le importaría ser vulgar, ni darle al público lo que este quisiera, porque se las apañaría al mismo tiempo para darles lo que él quería. No se quejaría diciendo "este medio no es bueno", sino que lo utilizaría con todos sus defectos y lo convertiría en bueno. En resumen, haría justo lo mismo que Chandler había intentado casi desde su primera novela.
Mi opinión: increíble recopilación de la correspondencia de Chandler que pone al descubierto sagaces observaciones sobre muchos ámbitos relacionados con la literatura.
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